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Rutinas para proteger la piel del frío extremo

Rutinas para proteger la piel del frío extremo 1

Cuando afloran las bajas temperaturas y el viento helado, la piel es lo primero que se resiente, seca, enrojece, agrieta y lastima. Sin embargo, no hay por qué resignarse y someter a nuestra piel a estas condiciones sin tener una protección adecuada. Existen rutinas para protegerla, repararla y productos que son eficaces y brindan muy buenos resultados en corto, mediano y largo plazo.

La piel de la cara, la más expuesta, no es la única en la que el frío se hace sentir. Las manos, piernas y otras partes del cuerpo también piden protección. Por el frío se produce una vasoconstricción de los capilares sanguíneos y disminuye la irrigación en la piel, que se ve más pálida, apagada y opaca. Además, se modifica la composición de la grasa epidérmica, lo que hace que esté más seca. El viento, la baja humedad y los espacios calefaccionados se suman para una mayor deshidratación y sensibilidad. Y la secreción sebácea se hace más lenta, disminuyendo la lubricación de las capas cutáneas.

  • No se debe lavar la cara con agua muy caliente ni utilizar jabones muy fuertes que arrastran la barrera que mantiene la piel humectada. Limpiarla a la mañana y a la noche antes de hidratar con cremas pesadas que retengan la humedad, y vaporizarla con agua termal si nos encontramos en ambientes calefaccionados.
  • Usar siempre protector solar. Los rayos UVA, que no muestran su daño de inmediato, están presentes los 12 meses con la misma intensidad. Su efecto irreversible se traduce en manchas y en un envejecimiento prematuro. El índice de protección tiene que ser de 30 como mínimo.
  • Los labios tienen menos glándulas sebáceas y por eso se deshidratan fácilmente. Protegerlos con algún bálsamo. Como los labios, las manos están siempre expuestas. Llevar siempre una crema para manos, conviene que tenga un FPS 30, por lo menos. Las que contienen urea y vitaminas B, A, E, C, H y D son ideales.

rutinas para proteger la piel del frio extremo

  • Las pieles más finas, secas y claras tienen menos glándulas sebáceas, por lo que tienden a enrojecerse más. Para corregirlo, rociar el rostro con agua termal y tomar mucho líquido, siempre que no sean bebidas demasiado calientes ni alcohol en exceso. Evitar  también las comidas picantes. Si tenemos alergias o enrojecimientos, optar por prendas de algodón y reservar la lana y los tejidos sintéticos para los abrigos que no están en contacto directo con la piel. Prestar atención al efecto de poleras y bufandas que rocen la cara.
  • Las pieles con rosácea y las que tienen inflamación mejoran con compresas frías de té de manzanilla o con geles guardados en el freezer. Aplicarlos de cinco a diez minutos entre tres y cuatro veces por día. Finalizar con una crema humectante y protector solar.
  • El invierno es el momento ideal para tratar manchas y arrugas finas con peeling y láseres fuertes que no pueden hacerse en verano. Sirven para renovar la piel y para que todo tratamiento o cuidado que realices penetre en mayor profundidad. El peeling es el tratamiento estrella del invierno. El número uno sigue siendo el de ácido retinoico, derivado de la vitamina A. En pieles sensibles o con rosácea se usan alfahidroxiácidos (AHA), como el ácido glicólico, mandélico y el cítrico, que son más suaves. Los ácidos usados en peeling pueden también incluirse en cremas, lociones y geles. El retinoico, usado durante tres meses, ayuda a formar nuevo colágeno, nuevos vasos sanguíneos y favorece la renovación celular. Los ácidos son siempre indicados por el médico. El peeling elimina células muertas, atenúa arrugas finas, poros dilatados, manchas, marcas y secuelas de acné. Todos los principios activos que coloques después para tratar tu piel tendrán mayor absorción en una piel ya renovada.