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¿Por qué no es bueno sobreadaptarse?

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Es un mundo exigente, tenemos que sobrevivir a las presiones que nos llueven a diario e ir seleccionando, cuidadosamente, a cuáles de ellas estamos dispuestos a ceder y cuáles vamos a cumplir a rajatabla. El problema es que nunca es fácil determinar esa selección y aprender a decir «No» tampoco nos resulta del todo simple.

Las presiones están a la orden del día, y somos nosotros los que vamos fijando el grado de importancia que cada una tiene. A veces lo logramos con éxito pudiendo equilibrar y sobrevivir a cada una de ellas, pero otras nos quedamos solamente en el intento. Cuando esto nos pasa, una de las salidas que encontramos es sobreadaptarnos a todas las exigencias, haciendo valer más lo que debemos cumplir que lo que realmente queremos hacer. Nos quedamos resistiendo a todas las presiones, hasta que la situación estalla por la carencia de todos los límites que no supimos poner.

Someterse a las presiones por tiempo prolongado es insostenible, nos agota, nos deja sin fuerza, nos termina empujando a patear el tablero de la peor forma. Esta es la importancia de los límites, son los que nos permiten poner en claro qué es lo queremos y hasta dónde podemos ceder ante una exigencia. Si los límites no son claros todas las situaciones se vuelven difusas.

decir no

Cuántas veces, en un trabajo, terminamos haciendo más funciones que las que nos correspondían, por no haber dicho un «no» a tiempo, o cuántas veces nos encargamos de hacer muchas cosas en nuestra familia porque ya todos se acostumbraron a eso. Constantemente, enfrentamos situaciones que demandan nuestros límites, y no saber aplicarlos, nos lleva a quedar atrapados en exigencias que no siempre coinciden con lo que realmente queremos cumplir. Por supuesto, que hay ámbitos en que cuesta más que en otros, por ejemplo en el plano laboral, pero siempre debemos considerar que si nosotros no conocemos cuales son nuestros extremos, nos vemos obligados a llegar hasta ellos para poder reaccionar, y en esas circunstancias poder pensar alternativas de cambio se vuelve una tarea complicada de encarar. Cuando manejamos nuestros límites, no esperamos a que la situaciones se desborden, podemos abordarlas de antemano.

Es necesario comprender que para poner los límites, primero debemos conocer cuáles son los nuestros, y tener en cuenta su importancia, considerando:

– Nuestros límites son parte de nuestra identidad. Todo autoconocimiento implica un registro propio de ellos, no alcanzarlo es no poder tener una visión nítida de uno mismo, lo cual impide desarrollarnos en toda nuestra magnitud.

– Las exigencias de los otros no necesariamente tienen que encuadrar con las nuestras. Si esperamos que los límites siempre vengan de afuera, le terminamos cediendo más espacio a las exigencias externas que a las propias, ajustándonos permanentemente a lo que los demás imponen, en vez de poder transmitir lo que queremos, y lograr llegar a un punto en común.

– Sobreadaptarse no es igual que adaptarse a las situaciones. Cuando hablamos de sobreadaptarse, nos referimos a un intento forzado por acomodarnos ante las presiones. Esto nos vuelve estereotipados y nos demanda un desgate continuo que cuando se transforma en rutina es perjudicial para nosotros mismos.

– Ejercer nuestro No, es darle peso a nuestras decisiones. Si constantemente cedemos ante las exigencias, pensando que es más fácil esa respuesta que inclinarse por una negativa, vamos dando por sentado que estamos siempre de acuerdo, y cerramos toda posibilidad para poder expresar lo que realmente queremos.

Por lo tanto, nuestro límite siempre debemos fijarlo nosotros. Delegar esa determinación en un otro, es acomodarnos a las exigencias externas sin considerar si son compatibles con las propias. Es nuestra función lograr elaborarlos, y de esta forma poder transmitírselos a los demás. Si no los tenemos en claro, todo se vuelve complicado y se desdibuja el nivel de análisis para darle a cada exigencia su grado de importancia. Debemos trabajar en su conocimiento, sin esperar llegar a puntos extremos, enfrentando las situaciones antes que nos superen, y sabiendo, sobretodo, que establecerlos forma parte clave de nuestra evolución personal, porque nos permiten no solo respetarnos, sino también ocuparnos de nosotros mismos, como bien lo dice una famosa expresión de Víktor Frankl: una persona crece cuando siente el valor de hacerse cargo de su propia existencia.

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